Apenas faltan unos minutos para que empiece la clase. La mayoría estamos listos. Los últimos rezagados se apresuran, excepto alguno de hábitos más pausados (de quien no revelaré el nombre). Una cabeza asoma por la puerta. La expresión del rostro es la de alguien que entra con cuidado casi reverencial en un lugar que desconoce. Intenta llamar discretamente la atención del profesor. Lo consigue. Me acerco. Estuvo hace un tiempo interesándose. Lo recuerdo. Quiere empezar. Perfecto.
Estamos listos y empezamos.
Es un inicio de curso ilusionante, cuyo hito más importante será, sin duda, la convocatoria de exámenes de noviembre. Voy a presentar a mis primeros alumnos a un examen de dan. Es un reto. Sinceramente, siento un poco de vértigo. Serán tres meses intensos, más por mi tranquilidad que por su preparación. Ellos están preparados. Yo debo quemar esta nave.
No es lo único que tengo en mente, pero sí lo más importante, mientras calentamos y engrasamos articulaciones, mientras alguno protesta y pregunta si es normal oír tantos crujidos. Todo es perfectamente normal. Así pues, estamos entrando en la normalidad. Se acabaron las vacaciones.
Empezamos. Katatedori tai no henko.
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